Tras dos semanas de asueto que, seguro, para algunos haya podido resultar liberación no ver mi habitual reflexión, estoy convencido que otros me habrán echado de menos y más en estas fechas previas al evento electoral de mañana. Puedo decirles que he vivido esta jornada de reflexión como casi todos en un día de vísperas ante algo importante, pero también en una ocasión la viví siendo candidato y debo reconocer que en lo personal no me supuso ningún condicionante singular y, por tanto, fue un día más de convivencia con familiares y amigos. El trabajo estaba hecho y solo quedaba esperar el resultado de lo que libremente decidieran los ciudadanos. Dirán ustedes que vaya obviedad les cuento. Pues sí, porque hoy voy a pretender que mi jornada sea diferente, al menos en lo virtual –sin llegar por supuesto a las capacidades de exaltación lírica de ZP– ni por supuesto prestar un segundo de atención, en mi reflexión de hoy, en molestarme por aceptar las interpretaciones ofrecidas mediáticamente cuando resaltan sus visiones y he tenido la oportunidad de presenciar las versiones correspondientes en directo y, en consecuencia, me he formado mi propia opinión. Por tanto, desde la tenaz participación –no por ello ilegítima pero sí cursilona– me imagino un plan en el que tras “inspeccionar las nubes de este mundo propiedad del viento”, como ZP dijera en su día; me daré, repito, virtualmente, un buen paseo en bicicleta sin coches de escolta, pues como hemos aprendido en los debates, la “Tierra es redonda” y el alto riesgo climático debe invitar a ello. Después pondré la lavadora –reconozco que planchar no es lo mío– y, desde luego, saldré en la bicicleta tras dormir las horas habituales, como mínimo siete. Cuando uno va siendo sedentario ha tenido que medicarse porque el lumbago no perdona, pero ello me ha permitido, colocándome en la posición adecuada, tener una interesante conversación, con alguien próximo ideológica y personalmente a las altas instancias gubernamentales, sobre la importancia de tomar una adecuada decisión para el voto de mañana y lo que nos jugamos cara a los próximos años en España y en Europa, ¡ay, Ursulita, cómo le gustas a nuestros progres!, hasta el punto que mi interlocutor se atreve a hacer una porra sobre el resultado electoral, basándose en la importante información que posee. Yo, sin embargo, me preocupo más porque la gente vote, no se acomode y se abstenga, nuestra democracia costó mucho alcanzarla y aún tiene debilidades notorias que superar. Es la participación una de las formas de madurarla, unida a que quien gane respete los derechos de todos y no los suyos particulares, que los ciudadanos seamos responsables y cumplamos nuestros deberes sin fomentar o exigir privilegios, lo que lleva a pensar en la necesidad de unidad personal y, sobre todo, territorial. Mañana decidamos en conciencia. Por favor, no caigan en el negacionismo astronómico de considerarnos únicos en ese “infinito es el infinito” porque aquí leemos y digo, amamos, ¿ustedes le creen? Voten lo que deseen, pero voten.

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