Cada vez estoy más convencido de los momentos de gloria que nos esperan con las actuaciones de la Paqui y sus servidumbres ideológicas en el cumplimiento de sus altas responsabilidades como tercera autoridad del Estado, de las cuales ya hemos tenido claros apuntes. Desde anticiparse a la aprobación de modificaciones reglamentarias y validar errores de votos individuales en función del interés de su partido, al cambalache para la fijación de las fechas de los debates de investidura, según quien sea el candidato. En definitiva, expectación llamativa ante las posibilidades de sorna, parcialidad, radicalismo y sectarismo que se nutren ya visto el perfil institucional de la Paqui.

Pero ahí no queda todo porque a ello se une el papel que en la política general está reservado al cantador: Niño de Pucela, a pesar de confundirse en la letra del primer fandango interpretado en su vida, en un foro tan importante como el Congreso de los Diputados. Quizá tenía una enorme duda entre insistir en la falta de notoriedad y la reiteración en sus acusaciones de mentiroso a Feijóo, que, para no tener un lapsus, erró en la recortada letra dedicada al candidato popular no fuera a venirle esa letra que dice: “Ay, sin decir una verdad/ toda tu vida has pasado/ sin decir una verdad/ tantas mentiras has echado/ que tienes la enfermedad/ de mentir hasta callado”. Bien le valía un pequeño error de letra frente al popular porque toda España vio a quien se mantuvo callado. Por eso, ya está el Niño de Pucela en el comité negociador de la innombrable amnistía.

Pero bueno, frente a estas expectativas hay que reconocer que existen elementos de actualidad que no están transmitiendo a los ciudadanos el rigor, la seriedad y la trascendencia del momento político en el que estamos. ¿Por qué?, pues porque la impostura y la teatralización de las actitudes y discursos están convirtiéndolo todo en un corral de comedias minimizado, porque en ellos se representaban obras de importancia literaria. Sin embargo, en los entreactos se bailaba, se hacían mojigangas, algo así como la foto del otro día en la que figuran Sánchez y Yolanda Díaz. Esta, tan superficial y en plenitud postural, con prisas para conseguir, cuanto antes, unos pocos ministerios, no vaya a ser que se tuerzan las cosas y pese a su “extraño prestigio”, unas nuevas elecciones no le darían para más de lo que ya tiene. Por eso sus palabras sobre negociación intensa y demás suenan a falacia pura y dura. Su interlocutor, prodigioso artista malabar del “cambio de opinión” nos emplaza a que le entendamos con ¿generosidad? que él cifra en siete votos regalar el olvido delictivo. También valentía pero él se queda mudo en el Parlamento, no solo en un acto de descortesía sino de falta de respeto institucional y cobardía política que pretendió disimular utilizando al “cantador”, un paradigma de la “mojiganga”.

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