50 años de la segregación de punta umbría 3 La Historia

Las dos caras de una segregación

La historia puede parecer, vista desde la perspectiva que da el paso de los años, bastante azarosa. Pero nada más lejos de la realidad y un pueblo no está aquí ahora y mañana allí por casualidad, sino porque se van produciendo una serie de hechos y circunstancias que van teniendo sus consecuencias y que desembocan en lo que configura nuestra realidad actual. El ejemplo más cercano lo tenemos en Huelva con el proceso de segregación del núcleo de población de Punta Umbría de Cartaya. Desde sus orígenes (finales del siglo XIX), el primero no era más que un poblado aislado de chozas y casetas de madera dependiente del segundo, que los responsables de la todopoderosa Río Tinto Company Limited denominaron casas de salud. Con el paso de los años, lo que actualmente conocemos como Punta Umbría fue convirtiéndose en una barriada cartayera situada a más de 20 kilómetros del núcleo matriz (un abismo teniendo en cuenta las escasas infraestructuras y medios de transporte de la época) que superaba los 2.000 vecinos en 1944, año en que éstos iniciaron el proceso segregacionista con la constitución el 8 de mayo de la Comisión Fundacional de Punta-Umbría.

Muchos fueron los acontecimientos que sucedieron en los años que transcurren desde esa fecha hasta la segregación definitiva, que oficialmente se produjo el 15 de enero de 1959 por mediación de un decreto del Ministerio de la Gobernación autorizando la constitución del municipio independiente de Punta-Umbría. Dicho documento desembocó finalmente en la formación de su primer Ayuntamiento autónomo el 26 de abril de 1963.

Casi dos décadas de tensiones entre ambas partes. De un lado, Punta Umbría, cuyos vecinos decidieron que había llegado el momento de emprender su propio camino, y de otro, Cartaya, que no estaba dispuesta bajo ningún concepto a prescindir de una parte de su término municipal.

La archivera municipal de Punta Umbría, Lola Címbora, describe el proceso de forma muy gráfica haciendo un símil con un partido de ping-pong: "El proceso fue largo y, unas veces la pelota estaba en Cartaya, y otras en Punta Umbría, con peticiones, recursos, paralizaciones y reactivaciones. En definitiva, un largo partido que se decantó al final para Punta Umbría". Y aunque actualmente pocos se acuerdan ya de aquello, tratándose de un tema totalmente asumido ya que no hay mejor medicina que el paso de los años para cicatrizar viejas heridas, aún se interpreta de distinta forma el proceso desde uno y otro lado, sobre todo tomando como base los numerosos documentos que se conservan tanto en el archivo municipal puntaumbrieño, como en el de Cartaya.

Eso sí, quienes mejor conocen la historia no dudan en admitir que la segregación fue totalmente lógica e inevitable que, tarde o temprano, tenía que llegar, así como también se reconoce por uno y otro lado que cada una de las partes hizo lo que tenía que hacer.

En cuanto a los distintos puntos de vista, para Címbora, la versión de Punta Umbría era el abandono por parte de las autoridades locales cartayeras de dicha barriada, "pero si se lee lo que escribía Cartaya, no era tal el abandono". La archivera sostiene que "se exageraba por parte y parte para conseguir sus objetivos" por lo que "como en todo en esta vida, hay que relativizar ambas versiones". No obstante, sí es cierto que "había un deseo y una necesidad lógicas de emancipación por parte de Punta Umbría, que había adquirido la mayoría de edad, lo que pasa que la madre se resistía, tanto desde el punto de vista afectivo, como económico, porque perdía un pastel suculento".

Rafael Méndez, responsable del archivo municipal de Cartaya, sostiene que los vecinos de Punta Umbría "planteaban, lógicamente, toda una serie de problemas, sobre todo en cuanto a la falta de comunicaciones e infraestructuras, mientras que el pueblo matriz, pese a haber realizado allí actuaciones, estuvo siempre muy alejado de un núcleo poblacional que, además, iba creciendo y se dio cuenta de su potencial de crecimiento turístico". Según Méndez, "por supuesto que Cartaya hizo todo lo posible contra la segregación, ya que perder tantísimo patrimonio forestal, territorial y económico era algo muy difícil de digerir". De hecho, apunta, "hay aún mucha gente en Cartaya (sobre todo mayores que vivieron en primera persona el proceso) que aún se pregunta cómo pudo ocurrir semejante pérdida ya que antes de la segregación el término municipal cartayero era el más grande de Huelva, y uno de los más ricos". No obstante, insiste Méndez, "por supuesto que fue un proceso inevitable" ya que Punta Umbría "distaba mucho de Cartaya y las vías de comunicación entre ambos pueblos eran prácticamente inexistentes".

Fernando Barranco Molina, profesor de la UHU, está convencido de las tesis de los puntaumbrieños para exigir su segregación de Cartaya y asegura que en Punta Umbría "se vivía de forma primitiva, sin agua corriente, luz eléctrica, sistema de alcantarillado, carreteras de acceso o incluso cementerio". Todo ello lo ilustra explicando que para enterrar a alguien "había que transportar el cadáver a lomos de un caballo por las dunas durante bastantes horas hasta el cementerio de Cartaya", o que para hacer cualquier trámite en el Ayuntamiento "había que trasladarse en barco a Huelva, allí coger el tren hasta Cartaya, donde había que hacer noche porque se llegaba muy tarde, y a la mañana siguiente hacer el trámite, para después regresar a Punta Umbría de la misma forma".

Era por tanto una "necesidad imperiosa" tener Ayuntamiento propio, "lo que pasa es que el proceso se alargó porque Cartaya siempre mostró mucha oposición y se aprovechó de la mucha influencia que sus dirigentes tenían en las altas esferas del Gobierno". Para este apasionado del proceso segregacionista de su pueblo "sólo a última hora, cuando vio que se le escapaba esta joya, Cartaya manifestó que se iba a preocupar por sus vecinos".

Por la otra parte, y según los documentos que maneja el archivero cartayero, los intentos de separación de Punta Umbría "causaron un hondo estupor e indignación entre los habitantes de Cartaya, que aún hoy día no dan crédito a lo que ocurrió". "A Cartaya se le iba -prosigue- una parte importantísima de su territorio, un valioso patrimonio forestal y un baluarte turístico imparable, que proporcionaba unos ingresos extraordinarios, además del consabido descenso en el padrón de habitantes, que derivaría en el descenso de ingresos por parte del estado".

En uno de los documentos que se conservan en Cartaya se relata con todo lujo de detalle las infraestructuras que el Ayuntamiento matriz realizó aquellos años para intentar evitar la segregación: "en 1932 la reparación del muelle y el paseo; en 1933 la instalación de botiquín con casa de socorro; en 1934 el arreglo de la techumbre del mercado por valor de 3.000 pesetas y la construcción de un embarcadero; en 939 la edificación de un grupo escolar; entre 1936 y 1949 el otorgamiento de subvenciones para la edificación de una iglesia; en 1944 la urbanización de la plaza Pérez Pastor; en 1948 la instalación del servicio telefónico; en 1949 la construcción de un cementerio; en 1950 la solicitud de creación de parroquia rural con sacerdote; en 1953 la edificación de un edificio para alcaldía pedánea con correo y teléfono; y en 1961 la reparación del camino hasta El Rompido". Sin embargo, y a pesar de todo ello, el proceso era ya imparable.

Los vecinos de ambos núcleos también jugaron un importante papel en un proceso, que además vivieron con "mucha intensidad". No en vano en cada localidad se conservan pliegos de firmas que, aseguran, fueron rubricados por la práctica totalidad de sus respectivos vecinos. De un lado pidiendo la segregación, y del otro lo contrario. Así, según Címbora, "la gente de Punta Umbría se volcó en apoyo del proceso y, de hecho, la práctica totalidad de los habitantes firmó". "Además -prosigue- tenían algo muy importante que era muchísima ilusión y fe en lograrlo". De hecho, hubo personas en la Comisión Fundacional "que tiraron para adelante contra viento y marea, se contrató a un letrado muy bueno, Manuel Ríos, la gente del pueblo se volcó, y los veraneantes lucharon de forma muy importante haciendo uso de sus influencias en las altas esferas". Dos documentos atestiguan este hecho: los dos pliegos de firmas que se conservan en Punta Umbría, uno suscrito por la gente del pueblo, la mayoría analfabeta y por tanto con sus huellas dactilares; y otro por las personas influyentes, que especificaban sus profesiones bajo su nombre y firma (bogados, arquitectos, médicos, navieros…).

Por la parte de Cartaya, tanto los vecinos como los gobernantes locales vivieron el proceso segregacionista "con mucha preocupación", según Méndez, e hicieron "todo lo posible" para que no se consumara. Así también lo atestiguan numerosos documentos que se conservan en Cartaya, entre los que llama la atención un recurso de reposición, acompañado de un expediente firmado por todos los cartayeros (muchos de ellos también con sus huellas dactilares), pidiendo la revocación del decreto de 15 de enero de 1959 mediante el que se aprobaba definitivamente la independencia.

Finalmente, según obra en el archivo de Cartaya, el núcleo urbano de Punta Umbría nació a través de un régimen de autorizaciones de ocupación temporal, o concesiones de parcelas dentro del monte denominado Campo Común de Abajo, dentro del término municipal de esta localidad, cuyo Ayuntamiento se encargaba, por tanto de realizar tales concesiones. Dicho régimen fue permitiendo la construcción, en terreno rústico, de las edificaciones que más tarde constituirían Punta Umbría.

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